Los 4 chanchitos, la historia jamás contada
Había una vez cuatro chanchitos que decidieron independizarse y construir sus propias casas. Cada uno se dispuso a construir su hogar según sus gustos y necesidades.
El primer chanchito, que era muy perezoso, construyó su casa de paja, pues no quería esforzarse demasiado. Al segundo chanchito, que era algo más trabajador, le gustaba la madera, así que levantó su casa con tablas y troncos. El tercer chanchito, que era muy previsor, decidió que su casa debía ser fuerte y segura, así que la construyó con ladrillos, aun cuando eso le tomó mucho más tiempo.
El cuarto chanchito, en cambio, era distinto a los demás. Desde joven había desarrollado una gran ambición y solo le interesaba el dinero y el poder. Soñaba con riquezas, y por eso decidió que su casa sería la más ostentosa: la construiría de oro. El cuarto chanchito acumulaba oro de todas partes y lo usó para levantar una casa que brillaba a la distancia. Le gustaba la idea de mostrar su poder y vivir rodeado de lujos, y aunque su casa no era realmente segura, él se sentía superior a los otros.
Un día, un lobo feroz llegó al bosque, olfateando a los chanchitos. Primero, el lobo encontró la casa de paja y, al ver lo frágil que era, sonrió y sopló con fuerza. La casa de paja cayó de inmediato, y el primer chanchito corrió asustado hasta la casa de madera de su hermano.
El lobo, sin perder tiempo, llegó a la casa de madera y lanzó un gran soplido, derribándola también. Los dos chanchitos huyeron hacia la casa de ladrillo de su tercer hermano, buscando refugio.
Al ver que no podía derribar la casa de ladrillo con sus soplidos, el lobo se puso furioso, pero entonces notó algo brillante a lo lejos. Decidió dirigirse hacia la casa de oro, donde vivía el cuarto chanchito.
Cuando el lobo llegó a la puerta de la casa dorada, el cuarto chanchito lo recibió con una sonrisa. Era un chanchito astuto, y no le tenía miedo al lobo. Viendo al lobo como una oportunidad de negocio, le propuso un trato:
—Lobo, veo que estás muy hambriento y que mis hermanos te han causado problemas —dijo el cuarto chanchito, con una sonrisa calculadora—. Yo te los entregaré, pero quiero algo a cambio.
El lobo, intrigado, preguntó:
—¿Qué quieres, chanchito?
—Quiero oro, lobo. Dame una buena cantidad de oro y te diré cómo atrapar a mis hermanos. Así tú tendrás tu cena, y yo me haré aún más rico.
El lobo, viendo que este chanchito estaba dispuesto a traicionar a sus propios hermanos, aceptó el trato. Así, le entregó al cuarto chanchito una bolsa llena de oro, y el cuarto chanchito, satisfecho, le explicó su plan.
Engañó a sus hermanos, diciéndoles que el lobo se había marchado y que era seguro salir. Cuando los tres chanchitos confiados salieron de la casa de ladrillo, el lobo los estaba esperando y los devoró uno a uno.
Esa noche, el cuarto chanchito y el lobo se sentaron a una cena servida en la lujosa casa de oro, con platos finos y copas doradas. En un extremo de la mesa estaba el lobo, satisfecho después de su banquete; en el otro, el cuarto chanchito, rodeado de su nuevo oro, brindaba con orgullo por su "éxito."
Pero al final de la cena, cuando el cuarto chanchito menos lo esperaba, el lobo se lanzó sobre él. El lobo no tenía intención de dejar que aquel chanchito ambicioso viviera para contar su traición. Así, devoró también al cuarto chanchito, quien pagó el precio de su ambición y de su traición.
Y así terminó la historia de los cuatro chanchitos, que aprendieron, aunque demasiado tarde, que la desidia, la codicia y la traición traen consigo consecuencias terribles.
El primer chanchito, que era muy perezoso, construyó su casa de paja, pues no quería esforzarse demasiado. Al segundo chanchito, que era algo más trabajador, le gustaba la madera, así que levantó su casa con tablas y troncos. El tercer chanchito, que era muy previsor, decidió que su casa debía ser fuerte y segura, así que la construyó con ladrillos, aun cuando eso le tomó mucho más tiempo.
El cuarto chanchito, en cambio, era distinto a los demás. Desde joven había desarrollado una gran ambición y solo le interesaba el dinero y el poder. Soñaba con riquezas, y por eso decidió que su casa sería la más ostentosa: la construiría de oro. El cuarto chanchito acumulaba oro de todas partes y lo usó para levantar una casa que brillaba a la distancia. Le gustaba la idea de mostrar su poder y vivir rodeado de lujos, y aunque su casa no era realmente segura, él se sentía superior a los otros.
Un día, un lobo feroz llegó al bosque, olfateando a los chanchitos. Primero, el lobo encontró la casa de paja y, al ver lo frágil que era, sonrió y sopló con fuerza. La casa de paja cayó de inmediato, y el primer chanchito corrió asustado hasta la casa de madera de su hermano.
El lobo, sin perder tiempo, llegó a la casa de madera y lanzó un gran soplido, derribándola también. Los dos chanchitos huyeron hacia la casa de ladrillo de su tercer hermano, buscando refugio.
Al ver que no podía derribar la casa de ladrillo con sus soplidos, el lobo se puso furioso, pero entonces notó algo brillante a lo lejos. Decidió dirigirse hacia la casa de oro, donde vivía el cuarto chanchito.
Cuando el lobo llegó a la puerta de la casa dorada, el cuarto chanchito lo recibió con una sonrisa. Era un chanchito astuto, y no le tenía miedo al lobo. Viendo al lobo como una oportunidad de negocio, le propuso un trato:
—Lobo, veo que estás muy hambriento y que mis hermanos te han causado problemas —dijo el cuarto chanchito, con una sonrisa calculadora—. Yo te los entregaré, pero quiero algo a cambio.
El lobo, intrigado, preguntó:
—¿Qué quieres, chanchito?
—Quiero oro, lobo. Dame una buena cantidad de oro y te diré cómo atrapar a mis hermanos. Así tú tendrás tu cena, y yo me haré aún más rico.
El lobo, viendo que este chanchito estaba dispuesto a traicionar a sus propios hermanos, aceptó el trato. Así, le entregó al cuarto chanchito una bolsa llena de oro, y el cuarto chanchito, satisfecho, le explicó su plan.
Engañó a sus hermanos, diciéndoles que el lobo se había marchado y que era seguro salir. Cuando los tres chanchitos confiados salieron de la casa de ladrillo, el lobo los estaba esperando y los devoró uno a uno.
Esa noche, el cuarto chanchito y el lobo se sentaron a una cena servida en la lujosa casa de oro, con platos finos y copas doradas. En un extremo de la mesa estaba el lobo, satisfecho después de su banquete; en el otro, el cuarto chanchito, rodeado de su nuevo oro, brindaba con orgullo por su "éxito."
Pero al final de la cena, cuando el cuarto chanchito menos lo esperaba, el lobo se lanzó sobre él. El lobo no tenía intención de dejar que aquel chanchito ambicioso viviera para contar su traición. Así, devoró también al cuarto chanchito, quien pagó el precio de su ambición y de su traición.
Y así terminó la historia de los cuatro chanchitos, que aprendieron, aunque demasiado tarde, que la desidia, la codicia y la traición traen consigo consecuencias terribles.
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